domingo, 6 de diciembre de 2020

JOSÉ LUIS SIERRA RODRÍGUEZ UN JUNTERO FABRICANTE DE ACORDEONES

 


MI CRÓNICA SABATINA

Por José Jaime Daza Hinojosa


Hoy homenaje al único Juntero Fabricante de acordeones, Creyente como ninguno de la palabra de Dios:
Cuando nació en La Junta en el año de 1958, un 24 de abril, siempre se inclinó por el acordeón como su juguete preferido.
 José Luis Sierra Rodríguez

Sus padres son: Cristóbal Joaquín Sierra Hinojosa, hermano de padre de mi madre querida, mi inolvidable y siempre recordado tío Toba tiene 97 años, su madre Blanca Helena Rodríguez de Sierra. Este hogar trajo al mundo a seis hijos, de los cuales José Luis es el mayor, sigue María Virginia, Manuel Eduardo, Rosa María, Carlos Jaime y Olga Lucía, estos dos últimos fallecidos. Tiene un hijo cuyo nombre es Jesús David y su compañera lleva por nombre Diana Marcela Alvarado quién lo respalda en la empresa que tiene actualmente.

Recuerda José que en una ocasión su papá y unos amigos compraron en Maicao un acordeón, siempre imaginó que era para él, pero su alegría duró poco, cuando en la noche llega Diomedes y Martín Maestre a su casa a recibir el tremendo regalo, este fue tal vez el primer acordeón que tuvo quién fuera el primer acordeonero del Cacique, su tío Martín Maestre. José Luis quedó frustrado, picado’, pues no entendía por qué aquél anhelado acordeón lo regalara su padre a otra persona y no a él que era su hijo mayor, él los perseguía y cada vez que oía sonar un acordeón, llegaba con propiedad, deseando reclamar aquél acordeón que debía ser suya. No olvida que llegó un día que estaban tocando una parranda, Martín en el acordeón, el Kate Martínez en la caja, Pillayo en la guacharaca y Diomedes cantando y también, en ocasiones, tocando guacharaca, en un descuido que Diomedes colocó el instrumento en el asiento, José Luis agarra la guacharaca y acompañó a Martín y al Kate; él feliz porque estaba haciendo parte de aquél que era el único conjunto que había en La Junta en ese tiempo.

José vivía obsesionado con la música y con los instrumentos musicales, de ahí que el primo Gustavo Hinojosa siempre le recuerda aquél acordeón que hiciera en su niñez de madera y los botones se los puso de maíz; le había pedido al niño Dios le trajera un acordeón, pero sus amigos de infancia: José Manuel Hinojosa, Roberto Sierra y Gilberto Luis “El Chijo” le hicieron cambiar de idea, pues ya ellos tenía bicicleta y acostumbraban salir hacia La Peña, Curazao y Carrizal, entonces lo correcto era que pidiera de niño Dios una bicicleta, ya que con el acordeón no se podía pasear, a raíz de esto le dijo a su mamá y a su papá que mejor le regalaran una cicla, como se les decía a las bicicletas allá en La Junta.
Nuestro invitado de hoy José Luis Sierra, estudió su primaria en La Junta, luego, en el famoso colegio Sagrado Corazón de Jesús de Valledupar hizo hasta quinto de bachillerato, regresó a San Juan, estudió un año en el colegio El Carmelo y se gradúa en el colegio El Ateneo el Rosario de Valledupar, después de muchas dificultades académicas. Viajó a Riohacha, hizo cursos para trabajar en El Cerrejón y cuando ya estaba listo para ingresar, sus malas compañías lo hicieron desistir, pues le dio prelación a las mujeres y al trago. Retornó a Valledupar y trabajó con su hermano Carlos Jaime en una finca por la región del Difícil-Magdalena, disgustó con su hermano y entró en una crisis económica grande, dice José que él le debía a Raymundo y todo el mundo, le debía a gente más pobre que él.

A José Luis lo trataron muchas veces de loco, y existe una parte de su vida que no olvida: él era “ateo”, no creía en Dios. Entró en una crisis económica y emocional terrible, discutía con todo el mundo y en su casa no lo soportaban, hasta con su mamá tuvo diferencias, no se hablaba con nadie, pensó hasta en el suicidio. Hubo un día que estando encerrado en su cuarto oscuro, escuchó una voz que le dijo: ” Levántate que yo te ayudo”, él se sorprendió y buscaba y buscaba y no veía a nadie, pero imaginó que era Dios que lo quería rescatar de ese infierno en el que estaba viviendo, se paró y le entraron unas ganas de llorar inmensas, permaneció llorando muchas horas, le preocupaba que alguien fuera a entrar a su cuarto y lo encontrara requebrando como estaba; de repente abrieron la puerta, era su hermano Carlos Jaime que a pesar que no se hablaban desde hacía tiempo le dice: ” José en Caja Agraria están haciendo préstamos, y no piden muchos requisitos, yo voy a hacer uno, anda que allá te pueden ayudar a salir de esta crisis en la que estás”, él ni siquiera le contestó y no pensaba ir, pero de repente, se paró, se bañó y al rato ya estaba en las oficinas de la Caja Agraria. Se preguntaba a sí mismo: ” ¿yo qué hago aquí?” Su vida comenzó a cambiar, algo estaba pasando, veía cosas diferentes, entregó los documentos y le han aprobado el crédito, le tocó utilizar el nombre de otra persona ya que él estaba reportado y había quedado mal, pero todo fluyó. No lo podía creer, se decía: ” aquí está pasando algo, esto no es normal”.

Inició a pagar ya que tenía deudas por doquier; fue cuando entonces José hablaba solo mucho tiempo, conversaba y decía: “parece que este man (Dios) existe, bueno, si es cierto que tú vives, paga todas mis deudas, pues este préstamo no me alcanza”. Al cabo de un mes, quizás menos, pudo ponerse al día con todos sus compromisos, muchos dirían “¿Cómo así que Dios pagó tus deudas?” y fue cierto, las pagó. Por ejemplo, a su hermano le debían hace más de 10 años 10 millones de pesos, no había manera de que se los pagaran y le ha dicho: “anda donde este señor y le cobras que a mí no me quiere pagar” y cuenta José Luis que se fue a cobrarle al señor y lo ha recibido con una sonrisa, le brindó hasta almuerzo, cosa que lo sorprendió, y la siesta fue el siguiente comentario: “venga mañana por los 10 millones”, pensó que le estaba tomando el pelo, fue al día siguiente y el señor le dice: “entre con confianza que usted es de la familia, en mi cuarto, en la mesita de noche, está un sobre con el dinero que le debo, tómelo y cuéntelo”; él no salía de su asombro, tomó el sobre sin contarlo y salió feliz.

Como esas cosas pasaron muchas que no les hallaba explicación, no tenía trabajo, pero el que todo lo puede lo estaba ayudando. Dobla rodillas y habla con él: “Bueno, yo necesito que me des la manera para poder subsistir, regálame sabiduría para trabajar, yo pongo las ganas, ábreme los caminos. Equivocadamente buscaba siempre negocios turbios que le originaban era problemas, pero nuevamente la voz apareció y exclama: “no busques afuera lo que tienes adentro”. Decidió asistir a una iglesia cristiana, allí leía la palabra y poco a poco iba comprendiéndola, un día se encontró con la parte de los dones, de los talentos que Dios le regla a sus hijos; le llegó la chispa de que el acordeón que él tanto quería podría ser la solución a todos su problemas, le rogó al señor le regalara $800mil para adquirir uno y tocarle y cantarle a Él, pero viajó a Bogotá con dicho dinero y lo malgastó.

Regresó de Bogotá y decidió por primera vez humillarse ante Dios, doblar rodillas y suplicarle que lo perdonara, pero no recibía respuesta alguna, permaneció orando y rogando a Dios, suplicándole perdón durante 3 meses, lo invitan a una parranda pero ya el trago no le agradaba mucho, reapareció El Señor y le dijo: “Levántate que te voy a hablar”, él salió del sitio de la parranda y se situó entre oscuro y claro en un lugar estratégico y escuchó: “Bueno, ahora tú vas a tener todos los acordeones que quieras”, brincaba y se emocionaba de oír a Dios como le hablaba y muchos de los que estaban en la parranda pensaban que estaba consumiendo droga o loco, y él muy emocionado, dialogando con Dios le pregunta: “¿me vas a regalar acordeones?” y Dios le contesta: “No, tú los vas a fabricar”, en ese momento José sintió desilusión, “¿cómo voy yo a fabricar un acordeón? ¿Con qué herramientas? ¿Con qué materiales?, esto definitivamente será muy difícil decía, sintió tristeza y desespero, “¿con qué conocimientos voy yo a fabricar un acordeón si no se nada al respecto?” En segundos experimentó un halito, un frío que le recorrió su cuerpo y regresó a la parranda, llegó donde estaba el dueño de la fiesta, le dio la mano y con una seguridad inmensa que todos hicieron silencio y hasta bajaron el volumen al equipo de música, exclamó: ” Don fulano, mañana comienzo a fabricar acordeones”, este le contesta: “yo se lo creo”, los demás soltaron la risa y comenzaron a burlarse de él, lo empujaron, lo chiflaron, “este hombre está trabado, está loco, ¿Cómo se le ocurre decir que va a construir acordeones si él no sabe nada de eso?” casi sale corriendo de allí, pues todos lo vituperaban maltrataban. Se fue de la fiesta, al día siguiente se levantó temprano, dispuesto para que Dios le aclarara todo y lo sacara de aquella incertidumbre, el Señor le confirma que creyera, que confiara, recuerda que solo la autoridad que estaba en la reunión te creyó, pues confía en mí, ahí se convenció que todo era real, que no era un sueño todo aquello y dijo: “Bueno, manos a la obra, Señor ¿por dónde empiezo?” Como no tenía ni carro, ni moto, ni bicicleta, andaba de a pies, inició recogiendo cuanta lata, alambre, trozos de hierro y de aluminio encontraba, todas estas partes las llevaba a su casa, pedazos de madera, laticas, llegaba lleno de todas estas “cositas” como le decía él. Se concentró tanto en esta actividad que ni siquiera se motilaba, la gente comenzó a criticarlo más y murmuraban: “bueno, ahora sí se soyó José Luis, con el pelo largo, el bigote sin arreglar y recogiendo basura en las calles, está de remate”, “Ve Blanca”, le decía a su mamá, “ponle atención a José que está re loco, ya ni se peina”. José Luis casi no dormía pendiente de cómo construir o fabricar un acordeón. Como él era muy popular en Valledupar, todo el mundo lo conocía, pues cuando tuvo cómo trajo la moto de más alto cilindraje a la ciudad, no ha llegado otra que supere a la que en una oportunidad tuvo él, era una 1200.


José Luis se levantaba a las 3 a.m. y el espíritu santo le daba sabiduría, tenía una mesita de trabajo donde colocaba todas las partes que recogía y dibujaba una herramienta en un papel, luego la construía. Un ingeniero amigo un día se sorprendió; “Oye José, ¿Cómo hiciste para hacer esta pieza?, esta herramienta yo la he visto en la universidad y en los talleres, pero no entiendo cómo la construiste tú con tus propias manos, esto definitivamente es de Dios, realmente es algo divino”. En ese tiempo vivía en un quinto piso, y a las 10 a.m. siempre bajaba a comerse un refrigerio y los amigos lo esperaban para mofarse de él y le preguntaban: “Oye José, ¿así es que tú vas a fabricar acordeones?” y él se emocionaba explicando con detalles, lo dejaban hablando solo y se iban riéndose de sus locuras, hasta sus propios familiares lo confirmaban. Estando comiéndose el refrigerio de las 10 se le acerca un señor y le dice: “Oiga, ¿usted es cierto que va a fabricar acordeones?, yo tengo uno que nadie me lo ha podido reparar, ¿Ud. será el hombre que me lo arregla?” y José Luis con propiedad le dice: “Tráigalo que yo se lo pongo como nuevo”, el señor le trajo el instrumento y le explicó que se tocaba solo, José le sugirió que se lo dejara y viniera al día siguiente por él, subió los cinco pisos emocionado, no veía el momento ´para desarmar aquél acordeón, le quitó todas las piezas, él mismo se sorprendía y muchas herramientas que había construido le sirvieron, decía muy contento: “Gracias Espíritu Santo por regalarme sabiduría”, por primera vez desarmó un acordeón completamente, como si lo hubiera hecho muchas veces antes, estaba iluminado por Dios.

Ese acordeón definitivamente fue su tesis, sin haber ido al SENA ni a la Universidad, lo desarmó y armó con destreza y conocimiento que le suministraba el Espíritu Santo; cuando llegó al día siguiente el señor a buscar el acordeón, le gritó varias veces: “¡José! ¡José!, ¡mi acordeón!” y este le contesta: “Ya se lo arreglé” “Oiga, a mí me dieron muchas personas que usted estaba loco, que por qué le había dejado el acordeón” lo probó de todas las maneras posibles, lo abría lo cerraba y exclama: “Oiga José, este aparato está arreglado, ¿usted como hizo? ni en barranquilla lo habían podido arreglar”. Ni mandado de Dios, el señor llevó el acordeón a todos aquellos talleres donde no habían podido arreglarlo y se regó la propaganda, que “el loco, barbudo” en verdad no estaba loco, que sí sabía arreglar acordeones.

Desde ese momento José Luis no daba abasto y le llovían acordeones para arreglar, los dejaba nuevecitos. Se convenció José de que Dios le había cumplido, y después de anhelar un acordeón, convivía con cientos todos los días, le llegabas acordeones de todos los grandes intérpretes: Aníbal Velázquez, Emilianito Zuleta, Alfredo Gutiérrez, Israel Romero y todos salían satisfechos con los arreglos magistrales que les hacía el loco José Luis a sus instrumentos. Llegó un momento que hasta se aburrió de verlos, pero Dios le tenía otro propósito: no solo arreglarlos, si no fabricarlos, el Señor tenía cosas grandes para José Luis, no iba a ser técnico si no fabricante de acordeones, el único en Valledupar y tal vez en toda Colombia, ¡qué maravilla tan grande! como Dios le pone a disposición esos dones, esos talentos que pocas personas desarrollan o tienen, habían otras proyecciones para él, Dios no lo quería de cola sino de cabeza.

Arrancó a hacer acordeones a mano limpia, sin maquinaria, se dirige a Bogotá a cotizar los troqueles pero eran inalcanzables para su presupuesto, valían $500 millones, carísimos para José; se le hinchaban las manos y requería esa maquinaria con urgencia. Cuando venía en el bus pensaba mucho: “¿Cómo haré para hacerme a los equipos que requiero para poder fabricar los acordeones?” y no encontraba respuestas ni soluciones, se apareció Dios nuevamente y le aseguró que él mismo iba a hacer los troqueles: “¡Tú puedes!” le decía el Señor, “Dibuja la forma y constrúyelos con la luz que te regala el Espíritu Santo” y así lo hizo; pero surgía otro inconveniente: necesitaba una troqueladora y el Señor se la regaló; hace 20 años costaba $45 millones y apareció un ángel convertido en un contratista que llega a Cerrejón, como un milagro ocurre que al señor le cancelan el contrato y estaba encartado con esos aparatos que había traído desde Bogotá, se los ha vendido a José en $1 200 000, prácticamente se los regaló, llegó ese enviado de Dios a solucionarle ese inconveniente, ahí comienza nuestro invitado a fabricar acordeones de verdad verdad, y todavía los incrédulos seguían ahí, no podían aceptar que José Luis estuviera haciendo acordeones y le gritaban: “Ve loco, ¿tú crees que te vamos a creer que eso lo hiciste tú? los acordeones vienen es de Alemania, ¿Cómo una persona de aquí va a fabricar un aparato tan sofisticado? ” pero aquello lo que hizo fue motivarlo, pues si lo veían que pareciera que viniera de Alemania, entonces era porque el producto estaba saliendo muy bien, de óptima calidad.

Cuando hizo el tercer acordeón, mejoró la presentación y la gente comenzó a convencerse de que sí era el que los hacía, entonces le llovieron ofertas para asociarse, amigos y familiares que tenían mucho dinero y le ofrecieron recursos a todos José les decía: ” Yo no necesito socio, yo tengo uno que tiene toda la plata del mundo, se ponían bravos y celosos y José repetía: “yo trabajo es con el mampano de arriba, el que todo lo puede”.
Hoy el producto de Acordeones de Mileto lo conocen en más de 12 países, fue invitado a recibir un premio en París, Francia lástima que no pudo asistir, le querían hacer un reconocimiento a su obra por la calidad en la elaboración de estos acordeones. La mayoría de los materiales que requiere, los hace él mismo, pues no se conseguían y la competencia: la Honner y otras más le negaban dichos elementos, tomó la decisión de defenderse por sí solo y autoabastecerse, su producto es original, todo lo hace la gran fábrica Mileto Acordeones, así bautizó su empresa. Le sugerían que le colocara sus iniciales o su nombre a la fábrica, le oró mucho a Dios que le regalara un nombre y estando en una celebración el pastor le ordena que abra la biblia en Hechos 20 y allí apareció más de 3 veces el nombre de Mileto “¡Wow! ¡Que nombre tan hermoso! este es el nombre que yo andaba buscando para mi fábrica de acordeones”. La fábrica arrancó en el año 2000, no dejaba dormir a los vecinos, trabajaba en el quinto piso del edificio Portachuelos.

El único alcalde que lo ha apoyado en Valledupar ha sido Tuto Huía, no había tenido nunca ayuda gubernamental. Al presidente Duque en una visita que hizo a Valledupar, José Luis le regaló un acordeón y lo tiene en la Casa de Nariño, en la entrada de su despacho, luego le donó otro para regalárselo a un niño de escasos recursos. La fábrica ha ido creciendo, pero es muy poca la ayuda estatal que ha tenido, el fondo Emprender le colaboró con un crédito para invertir en unas máquinas nuevas que ya están en Valledupar y vinieron procedentes de la China.
La fábrica de acordeones genera 10 empleos directos, y su proyección es en grande, nuestro invitado le envía a la juventud un mensaje: que este testimonio de vida les sirva para la de ustedes, crean en Dios, confíen en Él, cualquier propósito que tenga un joven, lo primero que tiene que hacer es hablar con Dios, pídanle a él sabiduría que seguro se las dará, el Señor, dice José, nos provee de sabiduría y fortaleza, lo demás viene por añadidura, quién está con Dios nada le faltará. A los muchachos, que no se paren, que no consuman drogas, que nunca pierdan la paciencia; muchas veces le tocó armar y desarmar un acordeón hasta 20 veces, y gracias a Dios que le dio las ganas para no desfallecer, uno sin Dios no es nada.

Dice José Luis que su fábrica está en un porcentaje de 1 a 100 en un 90%, le falta poco, construyen un acordeón en un día, o sea que en un mes se fabrican 30 y hasta más. Perdió la cuenta que llevaba cuando iba por 400 acordeones.
La fábrica de acordeones Mileto, para optimizar el uso de los acordeones, tomó la decisión de hacer acordeones para niños, con las mismas características, también fábrica acordeones para zurdos. El otro aporte es que esta maravillosa fábrica vallenata también construye acordeones en tono menor, es decir vienen acondicionados para este tono, son contribuciones exclusivas de la fábrica Mileto Acordeones para de esta manera mejorar la calidad y el uso a estos aparatos musicales. La fábrica de acordeones Mileto fabrica acordeones de una hilera, para niños por un valor de $1 100 000, acordeones de dos hileras, ese que tocaban los juglares, por valor de $1 650 000, el acordeón de tres hileras, profesional, tiene un valor de $2 700 000 (juvenil), el acordeón tradicional, grande, tiene un precio de $3 900 000.
Quiero manifestar mi más sincera complacencia por este testimonio de vida de mi primo hermano José Luis Sierra Rodríguez; confieso que me sorprendió y sinceramente lo felicito, pasar de ser ateo a convertirse en un siervo bendecido por Dios, es realmente sorprendente, Dios ha sido generoso con usted primo querido, definitivamente Dios nos provee y sin él no somos nada. Un abrazo grande primo y que siga triunfando con esa grandiosa fábrica de acordeones Mileto, éxitos.




BLOG DEL AUTORJosé Jaime Daza Hinojosa

“El Juntero Futurista”

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